miércoles, 6 de agosto de 2008

Catalina se levantó temprano ese día, por su cuerpo reccoría una extraña sensación, sensación de que algo inseperado le iba a pasar, pero pensó que simplemente era eso, una sensación. Se sentó en el balcón junto a su canario, cerró los ojos y se puso a organizar su día, ya que este sería muy agotador. No, en realidad no. Catalina no hacía más que ir a un pequeño parque que rodea un menguado(*) lago, donde no hay amacas, ni juegos para niños, simplemente bancos y unos cuantos árboles. A simple vista este parque parece solitario y aburrido, pero en su interior se encuentra paz y armonía -cosa que la inmensa ciudad no encontras ni en el rincón más chiquito de tu casa-. Se levantó, buscó su bolso y se fue al parque.



Una vez allí, se sentó en un banco junto al lago, sacó su libro favorito y comenzó a recorrer cada letra con sus ojos. Pero había algo que interrumpía su lectura, sentía que una mirada se posaba en ella, sólo por algunos momentos. Cuando ella levantaba la vista, esa sensación se fugaba rápidamente. Despues de varios intentos fracasados de continuar con su lectura, decidió sentarse en el pasto, para poder estar más cerca del lago y contemplar el mismo.

De repente, un extraño se le acercó. Hace un largo rato que te estaba observando, dijo el hombre, y pensé que podría conversar contigo. Catalina volteó su mirada, como si nadie le estuviera hablando. Pero el hombre insistió. Era alto, de tez pálida, cabello largo (pero no tanto) y oscuro, sus ojos eran también de color oscuro, pero hermosos, su mirada era tan cálida e inspiraba tanta confianza, que Catalina no pudo volver a desviar su mirada, ella en cambio le sonrió y el hombre se sentó junto a ella. Conversaron un rato largo, tan largo que cuando se distrajeron un segundo, se dieron cuenta que el día ya habá terminado, y que una noche oscura y fría los abrazaba. Catalina pegó un salto, y le dijo al hombre que debía irse, que llegaba tarde a una reunión. Éste le sonrió como si supiera que lo que ella decía eran tan sólo palabrerios, y que en realidad no tenía ningún otro compromiso más que darle de comer a su canario. El hombre, se levantó lentamente y le dijo que su compañia había sido de enorme gratitud y prometió volver a encontrarla.

Al día siguiente, Catalina no fue al parque, tenía miedo, la idea de pensar que había alguien que se interesaba por ella le agradaba pero al mismo tiempo la aterraba tanto, que su instinto hizo que se quedara en casa.

Pasaron los días, y Catalina no salía de su casa, sólo se quedaba conversando con su canario. Hasta que un día. una enorme presión en su pecho hizo que sintiera que debía ir al parque, además, después de tantos días que no iba, el hombre ya se debe haber olvidado de ese encuentro y se habría cansado de esperarla. Ese pensamiento la calmó, y decidió volver a retomar sus dás en el parque.

Al llegar, vió que el hombre estaba sentado junto al lago, en el mismo lugar donde se habían conocido. Al ver que el hombre todavía no se había percatado de su presencia, se dió vuelta y comenzó a caminar en dirección a su casa. Rápidamente el hombre se dió vuelta y la llamó. Te estaba esperando, ¿porqué tardaste tanto?, le preguntó, y sin saber que contestar, Catalina se sentó junto a él. Una enorme felicidad recorría su ser por haberlo encontrado, pero a la vez ese miedo seguía latente. Conversaron tanto con la primera vez.

Así siguieron sus días, se encontraban en el parque y charlaban. Catalina sentía una enorme satisfacción por haberlo cruzado en su camino, pero a la vez estaba desconcertada. No creía que así se podían conocer las personas, sin que nadie los presentara, sólo el destino fue causal de ese encuentro.

Después de unos meses de largas charlas, el hombre le confesó que se había enamorado perdidamente de ella y que ya no podía retenerlo un segundo más en su conciencia. Catalina se sonrojó, y nuevamente, el miedo y la alegría la volvieron a invadir. Pero no podía dejarse vencer por el miedo, entonces, esa palabra que tantos usan pero pocos sienten, se le escapó de su boca, te quiero. El hombre saltaba de felicidad, ella en cambio se mostraba alegre pero reservada, todavía sentía desconfianza.

Siguieron pasando los días, y esa inseguridad que la caracterizaba fue desapareciendo. Se sentía fuerte, segura y con ganas de vivir intensamente. Todas las mañanas se levantaba, y se tomaba su tiempo para hacer artesanías y pintar cuadros, que luego vendía a varias tiendas, o simplemente se sentaba en el parque con una lona donde les vendía a los turistas que pasaban por ahí. Debido a esto, sus cuadros comenzaron a recorrer el mundo, antes de que ella pudiera salir de su ciudad, y en poco tiempo se hicieron famosos, realmente tenía un don innato y era muy buena para esto.

Catalina se sentía satisfecha, había encontrado el amor donde menos se lo esperaba, y eso la había llenado de fuerzas y seguridad para poder retomar eso que tanto amaba, el arte. Arte que había dejado hace un tiempo atrás por una gran pérdida, no de muerte si no de olvido.

Un día, llamó al hombre por teléfono como hacía todos los mediodías, pero esta vez le dijo que lo esperaba en 3 horas en la parada del autobus, así podría presentarlo a sus padres, Él confirmó su presencia y colgó el tubo.

Eran las 15.00 horas y Catalina se encontraba donde había quedado con su hombre. Pasaron 30 minutos, y todavía no había rastro alguno del hombre. Muy desconcertada por la imputualidad, algo que no caracterizaba a ese hombre, caminó unos pasos hacía un telecentro para poder comunicarse con él. La operadora le comunicaba que ese número al que ella llamaba no existía. Realmente se sentía perdida y asustada. No entendía que estaba sucediendo. Corrió hacia el parque, seguro debía estar allí, ese lugar tan especial donde se habían conocido. Pero al llegar, Él no estaba. Pensó en ir a su casa, pero nunca había estado allí y tampoco sabía su dirección. Como un relámpago, los recuerdos vinieron a su mente. Recordó que jamás había besado su boca, nunca se tomaron de las manos, nunca se abrazaron. Cómo podía haber pasado esto en tantos meses de haberse conocido. Realmente se sentía desconcertada. Cómo no iba a saber nada del hombre que la había hecho tan feliz, que había logrado que su confianza y sus fuerzas renacieran. Una brisa peinó su cabello, y una hoja de diario golpeó sus rostro. tomó el diario y pudo ver una foto de su hombre. El diario decía que se había ahogado en el lago del parque y que al día siguiente lo habrían encontrado sin vida. La fecha del diario era de unos años atrás. ¿Cómo podía estar pasando esto?. sentía un vacío enorme en el pecho. Se sentía sóla y aturdida. En ese momento un extraño la despertó. Abrió sus ojos y frente a ella tenía a ese hombre, alto, de tez pálida, cabello largo (pero no tanto) y oscuro. El hombre le advirtió que ya era demasiado tarde para que estuviera en el parque, que no era seguro para una muchacha y que regresara a su casa pronto. Sin más se retiro.

Catalina sentía un enorme nudo en la garganta. veía como lentamente el hombre que había conocido en sus sueños se alejaba. Y no pudo decirle nada. De repente sus ojos se nublaron, ya no veía más la figura del hombre. Su mente estaba en blanco y a su alrededor todo era oscuro. Ya no sentía la brisa del viento, ni la suavidad del pasto. Sólo sentía que lentamente se iba desvaneciendo, así como se desvaneció su vida sin ni siquiera haberla sentido. Sin ni siquiera haber probado su sabor, añorando lo que nunca sucedió.

* pequeño




1 comentario:

alejandrita dijo...

me gustooooooooo!!!!
biennn! segui escribiendo pequeña y posteando cosas tuyasssssss


te mando muchos besotes!!!! espero que nos veamos prontoOoooo mija!